“En gran parte de la vida, pero especialmente en política exterior, una pregunta de tres palabras es crucial: ¿Pero después qué?” Esa pregunta, cuenta en intelectual estadounidense George F. Will en artículo reciente para The Washington Post, la hizo el almirante japonés Yamamoto cuando su gobierno le preguntó sobre la posibilidad y capacidad para un ataque letal como el que se hizo en Pearl Harbor en diciembre de 1941. El bombardeo sorpresa a la base norteamericana fue un éxito pero Japón perdió la guerra, porque no midió adecuadamente sus consecuencias.
“Especialmente en política exterior” dice Will, autor conservador de más de una veintena de libros y respetado articulista por más de medio siglo. La afirmación vale en la política toda y como él mismo opina “En gran parte de la vida”. La decisión de hacer o de no hacer nunca puede tomarse sola, siempre hay que pensar en qué vendrá después, lo que otros harán en respuesta y lo que el que decide deberá hacer para afrontar sus consecuencias.
La lógica del aserto es indiscutible y sin embargo, muy frecuentemente se actúa ignorándolo, con razonamiento de apostador que juega al azar. Después ya veremos, es lo que hemos escuchado tantas veces. El liderazgo es menester exigente, varias veces hemos hablado de eso y seguramente tendremos que volver al tema, dado el contraste entre su importancia y su relativa escasez. Tony Blair, líder que fue del Laborismo británico y Primer Ministro del Reino Unido por diez años entre 1997 y 2007, escribió el libro On Leadership sobre liderazgo, subtitulado “Lecciones para el Siglo XXI”. Su introducción trata del liderazgo y la ciencia de gobernar. Para él, ningún líder exitoso que conociera lo logró solamente siendo un líder, sino con “trabajo duro, aplicación, estudiando minuciosamente el detalle, padeciendo antes de decidir, aprovechando sus dudas tanto como su confianza en sí mismo”. Súmese a eso, como él lo hace, la curiosidad que es inconformidad con lo que se sabe e interés por conocer más y comprender mejor, mente abierta a lo nuevo, lo distinto, lo inesperado.
La política, sigue el autor con la autoridad de su experiencia, es parte filosofía, parte actuación y parte sentido práctico. La política no se trata de hacer lo que la gente quiere. Claro que la meta es mejorar su vida, hacerla más feliz, en mejores condiciones de alcanzar sus sueños y aspiraciones. “Pero eso no es lo mismo –sentencia- que darles lo que ellos quieren en cada momento, de perseguir cada ola de opinión y tratar de encontrarle respuesta, de escanear las encuestas y actuar según ellas, de estar de acuerdo con cada demanda en vez de evaluar su razonabilidad, de medir la validez de un punto de vista por la vehemencia con la cual fue expresado”.
El líder –sostiene- debe ofrecer a las gentes lo que necesitan y no simplemente lo que quieren. Así no lidera, simplemente sigue la corriente, cuando su trabajo es conducir. Para eso, siempre le hará falta un plan, ese es su mapa de ruta. Un plan no es una colección de objetivos deseables o de visiones presuntuosas. Es una previsión futurista, sí, pero lógica, práctica y ajustable según las circunstancias lo demanden. Quien se plantee como plan una anticipación gloriosa de su biografía no es líder, no pasa de la fantasía narcisista.
Los líderes no son infalibles. Algunos –o algunas- se lo creen por incurrir en el desequilibrio de ignorar sus dudas y sobreestimar su autoestima y tarde o temprano, fracasan. Como todos los seres humanos, los líderes se equivocan. También se dan cuenta, asumen el error y aprenden de él. Errar es humano y rectificar es de sabios (y de sabias), son dichos tan viejos como verdaderos.
Fíjese en nuestro país y en cualquier otro lugar del planeta. Los grandes líderes triunfadores, los que dejan huella, no son los que nunca se han equivocado sino los que han sabido aprender de sus equivocaciones.
Acaba de pasar otra elección, la municipal, un mes atrás fueron las de Asamblea Nacional, gobernadores y consejos legislativos y un año antes la presidencial, cuyo saldo de frustración late en nosotros. Que estas reflexiones sean de utilidad para nuestros líderes y para quienes aspiran serlo.
Ramón Guillermo Aveledo